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lunes, 4 de junio de 2012

Pierre de Coubertin, el padre de los Juegos Olímpicos modernos





Nació en París el 1 de enero de 1863, su padre siempre quiso que sea militar, pero él optó por la pedagogía desde los 20 años donde se siente realizado. Sus estudios trataron de viajar a distintos países y ciudades para observar las distintas doctrinas sobre el mejoramiento de la salud del cuerpo.

La que más le llamó la atención y posteriormente lo inclinó en la búsqueda del deporte como salud, fue la doctrina del Cristianismo muscular que era la búsqueda de la perfección espiritual por medio del deporte y la higiene.

Comienza a divulgar estos métodos por toda Francia: Crea sociedades atléticas en los institutos que se asocian en la Unión de los Deportes Atléticos. Funda la primera revista dedicada al deporte: la Revue Athletique, logrando que el gobierno francés acceda a incluirla en sus programas de la Exposición Universal de 1889.

Fue enviado a Estados Unidos para continuar con sus investigaciones sobre los métodos de enseñanza. Desde ese momento, el deporte volvía a ser tomado en cuenta en Europa pasando de ser practicado en colegios y minorías a ser considerado como una moda y una práctica habitual.

Pierre comienza a soñar con unir en una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad, sin ánimo de lucro y sólo por el deseo de conseguir la gloria.

El 25 de noviembre de 1892 da una conferencia en la Sorbona sobre «el ejercicio físico en el mundo moderno», seguida del anuncio del restablecimiento de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, muchos países se mostraron en contra de la restauración, incluso Grecia con su jefe de gobierno.

En 1894 cuando proclama la renovación de los juegos
Coubertin, inteligente él, consiguió que el príncipe heredero de Grecia, el Duque de Esparta intercediera ante el káiser Guillermo, emperador de Alemania cuñado suyo, convenciendo a los ingleses y a su propio Gobierno. El príncipe consigue que se emita una serie de sellos conmemorativos para conseguir el dinero para los juegos. Además, crea una suscripción pública con tan buenos resultados que consigue que Jorge Averof, un rico de Alejandría, corra con los gastos de la reconstrucción del estadio de Atenas.

El 23 de junio de 1894 Coubertin proclama, una vez más en la Sorbona, la renovación de los Juegos y la fundación del Comité Olímpico Internacional, que presidirá de 1896 a 1925 con una dedicación y una competencia poco frecuentes. Ese día se conoce como “El día olímpico”. Nueve países firmaron el acuerdo para restaurar los Juegos Olímpicos: Bélgica, Inglaterra, Francia, Grecia, Italia, Rusia, España, Suecia y Estados Unidos.

Coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914), que interrumpió la celebración de los Juegos cada cuatro años, diseñó la bandera olímpica con los cinco aros enlazados (símbolo de la fraternidad todos los países del mundo). 

En 1925 dimitió del cargo, al hallarse en banca rota al haber donando toda su fortuna al «movimiento olímpico» y no poder seguir apoyándolo financieramente. El “barón”, como se le conocía, murió el 2 de setiembre de 1937 en la sede del Comité Olímpico Internacional en Lausana, Suiza, donde vivía con el pequeño apoyo que recibía del ente rector del deporte mundial.
En la ciudad de Lausana yace la tumba del "barón" de Coubertin

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